En este modelo se enfatiza que la
educación no es un asunto de exclusiva competencia del docente, sino que existe
una multiplicidad de factores que la determinan (tanto dentro de la escuela
como fuera de ella). En consecuencia, es menester tomar en cuenta todos esos
elementos para el logro de una mayor calidad en el servicio educativo, pero
también de aprendizajes más relevantes a partir de una gestión institucional,
escolar y pedagógica.
Parece claro, desde el documento
que lo sustenta, que cada escuela es una unidad independiente y esencialmente
distinta que las demás, y que, en tanto, sus procesos para el logro de
resultados no serán homogéneos.
Esta breve afirmación tiene un
sinnúmero de implicaciones. Primero, cada escuela deberá conocerse a partir de
un diagnóstico y tomará decisiones en función de sus características; definir
un propósito y metas claras y posibles; así, la escuela deja de ser un espacio
cerrado para permitir el involucramiento de figuras que tradicionalmente no se
relacionaban con la educación; también deberá establecerse un clima
organizacional innovador y abierto, entre otras.
Por supuesto es necesario un esfuerzo
sin precedentes. En primera instancia la transformación de la función
supervisora y directiva que tradicionalmente se circunscribía a los aspectos de
control y administrativos y ahora requiere constituirse como un líder académico
y organizacional sin dejar de lado la función administrativa, pero sobre todo,
deberá proponerse la tarea de identificar en su personal las cualidades que le
permitan compartir ese liderazgo e incrementar los niveles de
corresponsabilidad en la tarea educativa a través del trabajo colaborativo.
Otro elemento indispensable será
sentar las bases para una planeación estratégica participativa y una participación
social responsable, lo que significa abrir las puertas de la escuela a otras
miradas y opiniones diversas.
Lo anterior resultaría del todo
inútil si no se modifica de fondo la concepción de la evaluación y se piensa en
ella como un proceso continuo que aportará elementos cuantitativos, pero sobre
todo cualitativos para la toma de decisiones.
La tarea parece titánica si
pensamos que, históricamente, la educación se perfilaba como un proceso
solitario. Por una parte, los directivos con un rol casi exclusivamente
administrativo, el docente solo con sus estudiantes en el aula, el supervisor
escolar ejerciendo un papel de control, los padres de familia tomados en cuenta
solamente en asuntos de organización y economía, y la escuela aislada de la
comunidad y cercada por gruesas y altas paredes (reales y simbólicas).
Mil y un preguntas me asaltan. No
tengo respuestas.
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